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En plena crisis de pareja, un retratista de cierto prestigio abandona Tokyo en dirección al norte del Japón. Confuso, sumido en sus recuerdos, deambula por el país hasta que, finalmente, un amigo le ofrece instalarse en una pequeña casa aislada, rodeada de bosques, que pertenece a su padre, un pintor famoso.
En suma, un lugar donde retirarse durante un tiempo. En esa casa de paredes vacías, después de sentir extraños ruidos, el protagonista descubre en una buhardilla el que parece un cuadro, envuelto y con una etiqueta en la cual se lee: «La muerte del comendador». Cuando se decida a desenvolverlo se abrirá ante él un extraño mundo donde la ópera Don Giovanni de Mozart, el encargo de un retrato, una tímida adolescente y, por supuesto, un comendador, sembrarán de incógnitas su vida, hasta hace poco anodina y rutinaria.
Este primer volumen de la novela La muerte del comendador es un fascinante laberinto donde el cotidiano se ve invadido de señales indescifrables, de preguntas la respuesta de las cuales todavía está lejos de divisarse. El lector, igual que el protagonista, tendrá que permanecer muy atento.